Quizás a estas horas debería estar visitando a mi amigo Pablo, pero las circunstancias no me lo permiten. Debería darle un abrazo y decirle gracias a él, a su familia y especialmente hoy por su Viejo, el querido Néstor.
Un día, tal vez de Abril de 1979, llegaron a la escuela Ursula Llames de Lapuente dos niños: uno rubio llamado Federico Lerner y otro morocho de nombre Pablo Scorofitz, así empezó la historia.
En 1982, entre el drama de Malvinas y otros, nos encaminamos a disputar el campeonato de fútbol de la escuela. Néstor, como miembro de la Cooperadora, juntó la plata que le dimos y al inscribirnos notó dos cosas: la primera es que no teníamos un nombre para el equipo, la segunda que el dinero le había alcanzado exacto. Por ende, en un rapto de síntesis y urgencia, nos anotó como "Los Justos".
En un principio ese nombre creó polémicas en los recreos, pero fue resistiendo al paso del tiempo e instalándose por la unión del grupo de pibes. Curiosidades del destino, un equipo adversario se hacían llamar "El Dólar" que ya sobresalía por aquellos tiempos.
Néstor, el cardiólogo del pasaje Del Signo (si mi memoria no me falla 4028 5 D y en el C el consultorio) era nuestro DT. Nos hablaba claro, nos corregía pero siempre con sencillez y respeto. Era mucho más que un técnico, era un consejero de la vida para cada uno de nosotros.
Así pasamos años hermosos, sea en el Club Eros o en la terraza del colegio que daba por la calle Charcas (hoy devenida en boulevard Rep. Dominicana) en los cuales afortunadamente pudimos ganar muchos campeonatos de su mano y de la de Cacho Rosello.
También estuviste ayudando en el ajedrez, en los Intercolegiales en los que logramos el milagro de, con solo tres jugadores en la final (Ariel Fernández, Pablo y yo) llegáramos al tercer puesto general frente a escuelas que tenían ocho representantes, además de lograr el título individual.
Eras el que me hablaba de política con altura, sin querer imponer ideas, el que me cargaba: ¿Cómo vas a ser hincha de un club donde juega Hrabina?¡Dejate de joder!; el que referías a Karpov, a Korchnoi y por qué no a Fischer, el que me aconsejabas dentro y fuera de la cancha: "¡Cálmate Alejo! ¡No lo dejes patear a Horacio! ¡No te mandes siempre al ataque! Y tantas otras...
Imposible no decir que fuiste el que luchó denodadamente para salvar en tu consultorio al portero Alem y aunque no pudiste contra el destino nos diste un ejemplo de vocación, de amor al prójimo.
Este homenaje aparte de a tu maravillosa persona es a tu esposa Alicia, a tus hijos Pablo y Hernán, a tu hermano Fito, a tus sobrinas, a la recordada abuela Chana, a millones de momentos vividos pero, además pretende ser a toda una generación de padres y madres (incluyendo orgullosamente los míos) que hicieron de nosotros mujeres y hombres de bien, que en una de esas sin saberlo, nos enseñaron lo que es y lo que debe ser la educación y la escuela pública sin declamarlo, sino haciéndola día a día desde su esfuerzo, desde el enorme y constructivo peso de los hechos.
Te vamos a extrañar querido Néstor pero sólo físicamente, porque nos han de quedar por siempre tus abrazos, tus carcajadas, tus ¡uy la puta!; tus discursos cortos pero siempre edificantes.
Me sigo pensando en el medio de la cancha, a la derecha de Papo para vos (Pablito para mi) y tu voz se vuelve a oír. Gracias por haber sido parte de nuestras vidas.
Alejo de Dovitiis