Introducción
La autoeducación es fundamental para progresar en ajedrez, si uno es su casa no pone el tablero, no hay progreso posible.
En cada juego hemos de pecar pero la clave será tratar de no cometer siempre los mismos yerros. No debemos sentirnos culpables pero sí debemos asumir esa posibilidad como muy probable.
Como señalaba Tarrasch el ajedrez tiene la virtud de hacer felices a las personas (y agregaría una vez digeridos los sinsabores de derrotas inesperadas o de fallas inexplicables) pero más allá de la alegría que nos inyecta necesitamos meditar sobre nuestra psicología y como influye en la comisión de muchas equivocaciones que cometemos.
La partida de ajedrez es una batalla -como señalaba Lasker- pero lo que es bueno ser consciente de que nosotros estamos y somos parte de esa puja de ideas.
Todo pensamiento genera muchas cosas en nuestra cabeza pero lo que se halla siempre presente es la emoción.
El juego de los trebejos "saca su personalidad" por ello una vez reflejada en las sesenta y cuatro casillas esta obra tratará de ayudarnos a vernos y mejorar internamente. Considerar la personalidad de cada uno y ver como influye para bien y mal en nuestras acciones es de vital relevancia en el camino hacia el progreso en ajedrez y en todos los aspectos de la vida.
El concepto de inteligencia emocional pregonado por Daniel Coleman puede ser muy aplicable al juego ciencia: no es mejor quien más sabe sino quien mejor habilidades tiene y las aplica sobre el tablero.
Cada ser humano tiene hábitos buenos y malos que debemos investigar para potenciarlos en un caso y erradicarlos o al menos morigerarlos en el segundo supuesto. Llegar a hacer eso dentro del ajedrez es una dura tarea pero de una utilidad suprema.
Ojalá yo y cada uno de los que lean estos resúmenes podamos aprender muchas cosas nuevamente del GM escocés Jonathan Rowson.
En cada juego hemos de pecar pero la clave será tratar de no cometer siempre los mismos yerros. No debemos sentirnos culpables pero sí debemos asumir esa posibilidad como muy probable.
Como señalaba Tarrasch el ajedrez tiene la virtud de hacer felices a las personas (y agregaría una vez digeridos los sinsabores de derrotas inesperadas o de fallas inexplicables) pero más allá de la alegría que nos inyecta necesitamos meditar sobre nuestra psicología y como influye en la comisión de muchas equivocaciones que cometemos.
La partida de ajedrez es una batalla -como señalaba Lasker- pero lo que es bueno ser consciente de que nosotros estamos y somos parte de esa puja de ideas.
Todo pensamiento genera muchas cosas en nuestra cabeza pero lo que se halla siempre presente es la emoción.
El juego de los trebejos "saca su personalidad" por ello una vez reflejada en las sesenta y cuatro casillas esta obra tratará de ayudarnos a vernos y mejorar internamente. Considerar la personalidad de cada uno y ver como influye para bien y mal en nuestras acciones es de vital relevancia en el camino hacia el progreso en ajedrez y en todos los aspectos de la vida.
El concepto de inteligencia emocional pregonado por Daniel Coleman puede ser muy aplicable al juego ciencia: no es mejor quien más sabe sino quien mejor habilidades tiene y las aplica sobre el tablero.
Cada ser humano tiene hábitos buenos y malos que debemos investigar para potenciarlos en un caso y erradicarlos o al menos morigerarlos en el segundo supuesto. Llegar a hacer eso dentro del ajedrez es una dura tarea pero de una utilidad suprema.
Ojalá yo y cada uno de los que lean estos resúmenes podamos aprender muchas cosas nuevamente del GM escocés Jonathan Rowson.
No hay comentarios:
Publicar un comentario